viernes, 6 de julio de 2007

La naranja mecánica

He leído un libro que me gustaría comentar aquí, sobre todo porque, aunque con cierta visión futurista o fantástica, me parece que narra muy bien las consecuencias que puede acarrear no adecuarse a lo establecido (desde luego el método Ludovico no existe pero sí otros modos de lavado de cerebro). Este libro es "La naranja mecánica" de Anthony Burgess.

Anthony Burgess fue diagnosticado de un tumor cerebral que, según los médicos, acabaría con su vida en menos de dos años. Ante esta nueva situación Burgess se puso a escribir como un poseso para así no dejar a su viuda en la ruina. Una de las novelas que escribió por aquel tiempo fue esta, llevada al cine por Stanley Kubrick (una aclaración: el libro fue publicado primero en EEUU. Burgess necesitaba dinero urgentemente y aunque el editor se opuso a publicar el último capítulo por considerarlo totalmente prescindible y sin interés, Burgess no estaba de acuerdo. Según él en una novela todo personaje -o al menos el protagonista- debe evolucionar y esto era lo que ocurría en el cápitulo 21. Sin embargo, finalmente aceptó por necesidad de dinero. Por lo tanto en la versión norteamericana el final quedó excluido y, así, en la película, también se prescindió de ese capítulo donde Alex -el protagonista- evoluciona). Burgess no murió tan pronto (fue un diagnóstico erróneo), incluso sobrevivió a su mujer que murió de una cirrosis alcohólica para casarse después con una condesa.

Os voy a contar un poco la historia: Alex es un adolescente de 15 años que junto a sus drugos (amigos) va por las calles de Londres practicando el viejo unodós unodós a las ptitsas y robando o golpeando a viejos. Hace el mal por puro placer y le gusta sentirse el lider ante sus amigos. Pero Alex también es una persona que ama la belleza: le encanta la música clásica. Un día, en una de sus aventuras nocturnas, mata a una vieja y es arrestado por la policía.
Aquí es donde empieza el gran infierno para nuestro protagonista. Es encarcelado pero, al poco tiempo, es informado de que el gobierno ha puesto en práctica un nuevo método de reconversión de criminales por el cual sólo deberá permanecer encerrado quince días. Se trata del método Ludovico. Alex acepta encantado y se somete sin reservas a este nuevo método. Pero la técnica en cuestión no es ni más ni menos que un lavado de cerebro que le privará de su voluntad convirtiéndole en un pobre tonto (algo así como lo que yo soy ahora ¿Dónde está Sara?). Le obligan a ver películas que muestran la más increíble de las violencias, asesinatos, violaciones... y Alex, inducido por una droga que le habrán inyectado previamente, ante tal espectáculo sangriento sentirá nauseas, mareos.... Así llegará un momento en que Alex cada vez que quiera realizar el mal se sentirá enfermo y se verá obligado a realizar el bien para así aliviar su malestar. No podrá hacer el mal ni aunque sea en defensa propia. A Alex lo han convertido en un tonto sin personalidad. En un hombre programado. En una naranja mecánica.
En ese patético estado Alex saldrá en libertad pasando ahora a ser la víctima en vez del verdugo. Así cae en manos de un partido político que está en contra de el nuevo sistema adoptado por el gobierno para "curar" a los criminales y lo utilizan para hacer propaganda electoral en contra del gobierno actual. Alex, finalmente, recupera su persona y sigue haciendo el mal por las calles de Londres. (Hasta aquí la versión Estadounidense pero para el resto del mundo ocurre algo más). Alex empieza a aburrirse del tipo de vida que lleva. Le comienza a resultar inútil. Está cansado. Se encuentra con un viejo amigo de su banda que ahora está felizmente casado y ésto le hace replantearse su existencia. Comienza a sentir deseos de formar una familia, tener hijos e incluso deja de interesarle la música clásica para sentir ahora predilección por las canciones pop del momento. Con estos pensamientos dejamos a Alex al final del libro.

La conclusión que yo saco de todo esto es que no se puede privar a nadie de su voluntad (hacerlo es otro delito). No se puede obligar a nadie a hacer el bien cuando su voluntad es hacer el mal. No se conseguirá nada. El propio ser humano es libre de elegir y de cambiar de opinión cuando lo crea necesario. Claro que individuos que van violando y matando tampoco pueden estar sueltos por ahí pero de ahí a hacerles un lavado de cerebro...

Los lavados de cerebro se hacen con los locos actualmente a través de los medicamentos que además te dejan sin capacidad de concentración, insegura, incoherente, gorda, sin capacidad para disfrutar de la vida y sumisa. Yo me siento como un robot que acata órdenes, apenas tengo iniciativa (gracias al Risperdal) y he perdido mucha de mi inteligencia (si es que alguna vez la tuve). No sé, pero así es imposible ser feliz. Hace poco me enteré de que hay un nuevo neuroléptico que no tiene tantos efectos secundarios y le he planteado a mi psiquiatra la posibilidad de cambiar. Me ha dicho que no tiene por qué haber problema pero que tenemos que hablarlo. El lunes me dirá algo. Espero que la respuesta sea afirmativa. Aunque tampoco tengo muchas esperanzas puestas en el Abilify.

No hay comentarios: